En la actualidad la educación responde a una necesidad
social de recuperar la experiencia acumulada y decantada en la tradición. La
educación permite a los nuevos miembros de una sociedad reconocer los símbolos
que identifican esa sociedad, el pasado que da sentido a esos símbolos y a las
costumbres sociales, y el conocimiento sobre el entorno natural y social que
permite trabajar productivamente para originar la riqueza que asegure el
bienestar colectivo y para satisfacer las necesidades sociales fundamentales.
Las necesidades sociales son materiales y simbólicas.
Se requiere satisfacer las necesidades básicas de
supervivencia y aportar a los individuos las herramientas necesarias tanto para
construir su identidad como para definir sus formas de pertenencia a una
sociedad que tiene una historia y construye un proyecto.
Las dinámicas sociales actuales han puesto de presente la
importancia social del conocimiento y la creatividad, y se ha hecho evidente
que éste constituye la fuerza productiva fundamental de la época en la cual la
ciencia y la técnica determinan el ritmo de producción de la riqueza y, por
tanto, el desarrollo social.
La educación superior cumple un papel estratégico en el
proyecto de desarrollo económico, social y político en el que está comprometido
el país. Se necesitan instituciones que estén en capacidad de formar las nuevas
generaciones, para que puedan asumir de manera competente y responsable los
compromisos que demanda la construcción de la nueva sociedad que se encuentra en
proceso de gestación. No obstante, existe consenso en que la actual formación
universitaria no responde, ni cualitativamente ni cuantitativamente, a las
necesidades de la sociedad colombiana.
Las innovaciones producidas en el conocimiento y en las
dinámicas del trabajo obligan a la educación superior a evaluar y reorientar
sus estrategias, y a plantearse las posibilidades reales de flexibilización y
diversificación que le permitan adecuarse a las nuevas posibilidades y exigencias,
sin renunciar a sus fines legítimos y sin perder su identidad. Al mismo tiempo,
existen graves problemas en la educación superior en particular en Colombia,
relacionados con una cobertura insuficiente, una calidad muy desigual de las
instituciones y de los programas, y una exigua racionalidad de la oferta que,
en esas condiciones, se orienta más por la rentabilidad de las formaciones
ofrecidas que por las necesidades sociales.
Una política de educación superior para el país debería
responder a los problemas señalados, hacer un balance general de las exigencias
actuales y proponer ideas orientadoras para los procesos de formación en el
sector. Probablemente las pautas estratégicas más generales están señaladas ya
en las leyes vigentes y, particularmente, en la Constitución Política, en la
Ley General de Educación Superior (Ley 30 de 1992).
La importancia estratégica de la educación superior se hace
visible tan pronto como se reconocen los efectos de la incorporación de la
ciencia y la tecnología, y de la reflexión elaborada sobre los fines, en los
procesos de trabajo, en la producción de la riqueza material y simbólica y en
el desarrollo de la organización social.
La tecnología moderna ha transformado radicalmente los
recursos y las formas de la producción, de modo que es indispensable crear los
espacios para la apropiación oportuna y reflexiva de los productos científicos
y tecnológicos, y formar comunidades nacionales capaces, no sólo de aprender y
aplicar los nuevos hallazgos teóricos y técnicos, sino de crear nuevos
conocimientos apropiados a los contextos y a los propósitos de desarrollo del
país. Se ha señalado reiteradamente que la nacionalidad es, en cierto sentido,
una herencia histórica y, asimismo, un proyecto inconcluso.
La construcción de la nacionalidad pasa por el
reconocimiento sistemático de la riqueza social acumulada en el país, por el
estudio y la recuperación de los bienes culturales, por la investigación y la
defensa de los recursos naturales, por el reconocimiento de las fortalezas y
posibilidades que han de servir de soporte a la definición de un lugar digno
para el país en el conjunto de las naciones, y por la construcción de un
proyecto de desarrollo viable que asegure el aprovechamiento de las
potencialidades y de los talentos de los ciudadanos colombianos, asegurando una
mejora constante de las condiciones de vida y la formación de individuos
competentes, solidarios, libres y responsables.
Un conocimiento o una innovación tecnológica puede surgir
en el espacio de la academia, y si la red entre ciencia, tecnología y sociedad
es consistente, su pertinencia y su eficacia posible pueden ser reconocidas
oportunamente en el polo de la tecnología, en el Estado o en el mercado. La
existencia de una red que muestra los vínculos posibles entre ciencia,
tecnología y sociedad, lejos de limitar el desarrollo científico, al ponerlo en
relación con las necesidades concretas de la sociedad, añade a la legitimidad
académica reconocida por las comunidades internacionales que definen la validez
y la importancia de los resultados, la legitimidad social que se deriva de la
conciencia de las eventuales aplicaciones del saber producido. Cada vez va a
ser más necesario que las instituciones de educación superior den razón de la
eficacia social de la tarea que realizan. Pero esa pertinencia de lo académico
debe ser pensada en su complejidad.
El conocimiento científico no debe depender de su capacidad
de responder inmediatamente a ciertas necesidades previamente reconocidas y
tampoco puede agotarse en la satisfacción de necesidades de individuos o de
grupos que no necesariamente expresan el interés más general o conducen a la
satisfacción de este interés; es por esa razón que se ha dado autonomía a las
instituciones de educación superior. Si el desarrollo del conocimiento hubiera
dependido de su capacidad de satisfacer necesidades claramente establecidas, no
habríamos alcanzado el nivel de desarrollo de los conocimientos en las
distintas áreas, y la misma satisfacción de las necesidades.
En la enseñanza y en los procesos de transmisión cultural,
los docentes producen y recrean saberes que les permiten tomar decisiones y
actuar frente a las variadas situaciones e incertidumbres que produce el mundo educativo.
Estos saberes elaborados a lo largo de la trayectoria profesional, han logrado
escaso reconocimiento y, en general, no suelen ser tenidos en cuenta en las
instancias formales de preparación profesional docente, a pesar de que resultan
ser efectivos en el ejercicio del oficio, durante la interacción con los
alumnos en los procesos de enseñanza.
Recuperar esos saberes “prácticos”, “experienciales”, para
estudiarlos, reconstruirlos, ponerlos en tensión e interpretarlos desde la
teoría educativa pública fue el desafío que se planteó en este proyecto de
investigación y en cada una de las líneas desarrolladas. Específicamente, se ha
indagado sobre los modos en que se construye y se recrea ese saber producido a
partir de las experiencias prácticas que se viven y se enseñan en diversas
situaciones, épocas y contextos escolares.
Abordar este saber, reconstruirlo, documentarlo y
analizarlo con la finalidad de hacerlo públicamente disponible y “utilizable”
en los dispositivos de la formación inicial y permanente de los docentes,
constituyeron ejes centrales por los que transitaron las preocupaciones y el
trabajo de investigación.
En muchos casos mi experiencia a promovida reflexiones y
teorizaciones pero estas están ligadas a las situaciones o, mejor, al relato
que se hace de ellas. La producción pedagógica expresa saberes formalizados a
los que se llega a partir de experiencias propias o ajenas en las que priman
haceres y situaciones.
De manera planificada o no, los docentes y los alumnos construimos
y a veces se comparten en los espacios educativos numerosas experiencias
cargadas de significado y valor para ellos que, en cierto modo, expresan
cualitativa y biográficamente el sentido de la escuela en un determinado
momento y lugar. Es en el espacio que se abre entre la prescripción y la
práctica donde se desenvuelve la construcción educativa de los diferentes
cursos, donde las tareas de la transmisión y recreación culturales asignadas socialmente
a la escuela cobran un carácter situado, territorial y coloreado por las luces,
sombras y matices que les otorgan los actores escolares cuando las viven y
hacen.
Conclusión.
El país requiere la competencia técnica necesaria para
emplear de la manera más eficiente sus recursos para defender y ampliar su
patrimonio cultural y material, para asegurar y fortalecer los vínculos
sociales, y para hacer frente a los retos de la globalización y de la sociedad
del conocimiento. Aunque las acciones orientadas a enfrentar este conjunto de
problemas no dependan exclusivamente de la educación superior, es evidente que
ésta tiene una responsabilidad central en la caracterización sistemática de los
problemas y en el análisis de sus posibles soluciones.
Esto implica criterios universales, conciencia de las
implicaciones de las acciones en el largo plazo, y capacidad crítica para
reconocer cuándo los intereses particulares se oponen al interés general, y
cuándo se traicionan los principios que orientan el orden, democrático que la
sociedad colombiana ha elegido como forma de organización y como proyecto.
En términos de las funciones principales de la educación
superior, ésta asume sus tareas sociales a través de la docencia, investigación
y proyección social, formando profesionales idóneos, desarrollando el
conocimiento, explorando sistemáticamente soluciones para los problemas del
entorno y participando directamente con la comunidad en los análisis y en las
acciones orientadas a resolver problemas urgentes y a mejorar las condiciones
de vida.
La educación superior debe contraer la responsabilidad de
asumir críticamente los cambios que requiere del trabajo y de incorporar
creativamente las nuevas herramientas que garanticen el aumento radical de la
productividad, para hacer posible un desarrollo con autonomía que le permita al
país hacer frente a la globalización económica, sin renunciar a la seguridad
social de los trabajadores y al desarrollo de sus potencialidades individuales.
Una política de educación superior debe señalar pautas para enfrentar las
nuevas exigencias en disciplinas y profesiones:
ü El desarrollo del conocimiento que les sirve de soporte,
esto es, la emergencia de nuevas teorías y técnicas, y las modificaciones en
los procedimientos y en las formas de organización del trabajo de la
universidad.
ü La aparición de nuevos campos de ejercicio profesional y
disciplinario que se desprenden de las carreras tradicionales o que resultan
del encuentro disciplinario.
ü La necesidad de que existan núcleos de trabajo
disciplinario en las profesiones encargados de desarrollar nuevos espacios y
nuevas estrategias de acción, a través de la producción sistemática de
conocimientos y de núcleos profesionales cada vez más amplios en las
disciplinas, que se vinculen al trabajo de las empresas o que se especialicen
en las tareas docentes.
ü La consecuente transformación de algunas disciplinas en
profesiones por el desplazamiento de la mayoría de los miembros de la comunidad
académica correspondiente hacia las prácticas centradas en la aplicación de los
conocimientos, y la transformación de algunas profesiones